lunes, 13 de diciembre de 2010

Jupiter en Cali

En las primeras horas del anterior domingo, 12 de diciembre, tuve la oportunidad de vivir una de esas experiencias excepcionales en el acontecer cultural de mi ciudad. El joven dúo Francés de ElectroPop Jupiter realizó una enérgica presentación en el Bar Mikasa. Durante aproximadamente una hora, hicieron despliegue de talento, buena actitud y sensualidad. Presentaron su no muy extensa historia musical, que comprende canciones dulces y ensoñadoras, con cambios de ritmo y ambientes penetrantes e ingeniosos como caracteriza a la escena electro francesa. Durante todo su acto, demostraron ser capaces de mantener el equilibro entre la elegancia y el desenfreno.

Eventos como este - y el de Stereo Total hace algunos meses - parecerían ser signos de una mayor apertura de la ciudad a los sonidos del mundo. Al menos eso es lo que uno anhela de todo corazón. Evidentemente hay gente trabajando para que ésto ocurra, y aunque es difícil dadas las condiciones de la industria cultural por estos lados, se sienten avances.


Jupiter - Vox Populi (Live) from Manuel Eslava on Vimeo.

martes, 7 de diciembre de 2010

Lo Mejor del año: Nuevo Artista: Best Coast.



Cuenta la historia que la espectacular Bethany Cosentino era una actriz infantil que iba en camino de convertirse en una estrella Pop adolescente, pero que prefirió salvar su alma adentrándose en los terrenos del Indie Rock lo cual la llevó a formar parte de una agrupación Shoegaze llamada ‘Pocahaunted’.

Hay que prestarle más atención a este grupo.

El año pasado decidió juntarse con el multi-instrumentista Bobb Bruno y formar Best Coast, que ahora es un trío con la presencia como baterista estable de Ali Koehler, quien pertenecía a las Vivian Girls.

Después de irse abriendo paso en poco tiempo con algunos sencillos, justo en la mitad de este año lanzaron su primer larga duración ‘You Drive Me Crazy’, una verdadera bomba en el mercado de la música independiente.


Como se sugiere desde el título, esta producción no se encuentra, al menos en la parte lírica, radicalmente alejada del Pop-adolescente con el que Beth coqueteó en algún momento. Por el contrario, explota las anécdotas de los ‘crushes’, amores y decepciones, de una adolescente normal y sensible que escribe en su diario. A través de todo el disco se repiten las fórmulas: ‘desear, gustar, querer, amar, extrañar’, e incluso se llegan a construir versos donde una misma línea está 3 o 4 veces. ‘I Want To’ ‘Crazy For you’ o ‘When the Sun don’t Shine’ dan fe de ésto. Otras canciones contienen textos más largos y con pretensión narrativa, pero no abandonan la consigna de expresar de la forma más directa y menos ambigua posible.


Esa consistencia empieza a hacer del álbum un producto completamente acertado. Ya que todo está diseñado para que pronto entendamos que vamos a vivir 30 minutos – sólo eso dura el álbum - de los retazos de historias románticas de la preciosa Beth ambientados por distorsiones amigables. Desde la portada, se nos plantea un mundo sencillo e infantil que evoca pequeñas historias que pueden ocurrir durante las vacaciones en el mar, o yendo desde el colegio hasta la casa, pensando en la persona que nos gusta. No hay cabida en el universo del álbum para nada que no sea posible resumir a estos enunciados, en teoría carentes de profundidad, pero absolutamente presentes en la vida de las personas. «The World is lazy, and you and me, we are just crazy», es cliché, pero es cierto. Muchas de las letras parecen y pueden reproducirse fácilmente como tweets o estados de Facebook. La clave es que en su simplicidad son penetrantes y llegado el caso pueden convertirse en adicción.


Debo decir que la primera escucha de ‘Boyfriend’ me dejó pasmado. No hay nada de intelectual o revolucionario en que una chica diga que se muere de ganas de que un chico que es sólo su amigo sea su novio, y se siente mal porque hay otra chica mejor que ella en medio. Seguramente ya se había hecho, pero me hizo sentir que era la primera vez que lo escuchaba, o más bien que esta vez sí lo creía. Pensé en lo increíble que sería que algún día me dedicaran algo así, y – por causa de unas situaciones incómodas que venía viviendo en esa época – me recordó que hay chicas lindas y heterosexuales que aún encuentran emocionante tener un novio.

Es difícil explicar cómo una premisa de álbum que podría resultar en algo muy desagradable, se convierte en uno de los discos más interesantes del año. Podría ser simplemente un álbum no-malo, divertido y agradable para escuchar un par de meses y luego volver al misticismo de Animal Collective. ¿Por qué tengo qué decir en mi blog que es algo trascendente? Sólo, de forma un poco general, he de reafirmar que sucede porque todo encaja perfectamente. No les falta ni les sobra nada. El licuado de Noise-Pop, Surf Rock y Punk es más que suculento y logra descubrir uno que otro sabor nuevo. Las canciones tienen las suficientes variaciones y adornos para no hacerse aburridas con las reescuchas, y son lo bastante simples para introducirse sin vacilaciones en nuestra mente. Allí donde muchos exponentes de la corriente Noise-Pop y LoFi moderna se pierden por parecer no ir a hacia ningún lado, el esfuerzo creativo de Best Coast está completamente direccionado, empujado por secciones de acordes hipnóticos y relajantes y una interpretación vocal divertida y decidida.

Por estas razones y consideraciones, declaro a Best Coast como uno de los más sobresalientes nuevos artistas del año 2010.


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PD: Para los que 'compran' álbumes por internet.

hasta la próxima.

martes, 23 de noviembre de 2010

¿Cultura musical?

Tenía la firme intención de que el concepto de Cultura Musical fuera el elemento central de mi Tesis de grado, pero como fui incapaz de presentar un anteproyecto donde desarrollara de forma clara y contundente lo que quería hacer - no logré explicar qué era lo novedoso o pertinente que venía con eso - recibí severas críticas por parte de mi profesora que echaron todo a la basura. Hubiese podido perseverar en la idea, pero preferí, en un ágil movimiento, cambiar a otro asunto, igual de valioso, y más fácil de resolver a mediano plazo.

Pero hay un montón de ideas y reflexiones que no puedo sacarme de la cabeza, y de una u otra forma debo atenderlas y darles algún curso aprovechando que existe este espacio. Empecemos con que entiendo por Cultura Musical todos los hábitos, disposiciones y procesos asociados al consumo musical en una persona. Los previos al acto - cómo se consigue o accede a la música, motivado por qué -, los simultáneos - qué tanta música se escucha, en qué lugar, en compañía de quién - y los posteriores - cómo y con quién se comenta y comparte -. Además de muchas otras inquietudes.

Más que de consumo musical, me gusta hablar de experiencia con la música, ya que esta construye toda una serie de rutinas y negociaciones con el mundo que construyen significados aún cuando no se está escuchando directamente. Modifica las formas de pensar, vivir y sentir, y se mezcla con las demás dimensiones de la vida humana. Y esto va mucho más allá de la ya clásica ilustración de las 'tribus urbanas' o 'subculturas juveniles', que considero la imagen más superficial de una serie de procesos más complejos e interesantes, aunque quizás de menos impacto social - en apariencia - por lo cual no se reconocen mucho.

No es que no se haya tratado; es sólo que siento que por la posición en la que me encuentro, la de un joven con más de una década de entusiasmo por la música que ha vivido cambios dramáticos en la forma como se relaciona con ella, hasta llegar a constituir una parte fundamental del ser, puedo aportar una visión actualizada y cuidadosa de la cuestión. ¿Qué es lo que me interesa finalmente? Entender por qué somos tan diferentes en nuestra relación con la música. Porque aunque sea esta la expresión artística de disfrute universal por excelencia, es evidente que el interés que suscita, y el rol que le damos en nuestra cotidianidad, varía de un extremo al otro.

Todos, con pocas excepciones, escuchamos música en un acto que es fisiológicamente el mismo, pero todo lo que sucede de allí en más - en lo emocional, psicológico, social y cognitivo -es completemante impredecible - y corresponde a unos insumos personales que aún no es posible detectar con claridad. La capacidad de combinar unos estilos con otros versus casarse con un género, la necesidad de poseer la música versus el buscarla sólo cuando se necesita, el interés por tener los álbumes completos versus el conformarse con canciones sueltas, el tender a la idolización de los artistas versus la mirada ultracrítica y descorazonada del snob musical.

Estas posiciones y, todos los matices y cruces posibles, pertenecen a culturas musicales particulares, que podrían calificarse - con mucho cuidado de no caer en el elitismo - como más o menos complejas o más o menos desarolladas. En cualquier caso, un interés que nace sin duda de la explosión de las súper nuevas tecnologías, y si hay, dentro de la red, un espacio que me ha llevado a maravillarme ante lo diversa y rica que puede ser la experiencia con la música es Last.fm. Algo tan grande pide a gritos una mirada Sociológica-antropológica.

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Last.fm es excelente recopilando, sistematizando y compartiendo con el mundo los hábitos de escucha de los usuarios, al menos en el tiempo en que éstos están conectados a sus PCs - y dispositivos multimedia portatiles, en los casos en que está disponible el servicio.

A partir de este encuentro con mis intereses en este campo, espero pronto entregar algunas reflexiones un poco más enfocadas en ciertos interrogantes - si se puede - con algo de apoyo teórico. Valoraré mucho sus opiniones, ya que siento que esta es una propuesta investigativa que aún tiene algo de validez hacia el futuro, y me gustaría saber cómo la ven. Un saludo a los que califican como 'nefastas' a todas las entradas; me muero de ganas de que me manden los links de sus espectaculares blogs.

domingo, 14 de noviembre de 2010

La Salsa y Yo

No me gusta la salsa. No me importa la salsa. No me identifico con ninguna de las historias que cuentan, ni experimento ningún tipo de nostalgia cuando suena alguna canción clásica del género. Carezco de vínculo emocional con ella, y más bien siempre ha constituido un poco mi némesis cultural, la imagen de aquello de lo que siempre he querido alejarme.

Crecí aquí en Cali. En un hogar donde no se escuchaba salsa, gracias a Dios. Mi hermano mayor era y es fanático del Rock en sus distintas presentaciones, y lo complementa con música temprana y música del mundo. Mi mamá no tiene nada en contra de la salsa, y de hecho la baila, pero siempre ha preferido la música romántica, la música de la vieja-nueva-ola y Vicente Fernández. Mi papá no vivió conmigo, pero de hacerlo tampoco habría cambiado mucho la cuestión. Siempre le gustaron más los tangos y ahora que es un líder espiritual se va por el New Age.

Para mí la salsa era la música de los vecinos molestos y la de mis compañeros de colegio que no me querían. La que me hacía quedar en ridículo cuando en algún momento la intentaba bailar, porque soy muy ‘amotro’, torpe y nunca entendí la necesidad de estandarizar un baile. Por eso lo que me gusta es azotarme contra lo que sea escuchando At the Drive-In, o dejar que un ritmo hipnótico tipo Crystal Castles o Digitalism le dé libertad a mi ridículo cuerpo de moverse como se le venga en gana. Siempre me pareció detestable el juicio ‘usted no baila bien’ o ‘no sabe bailar’.

Entonces, retomo, para mí la salsa era el sonido del establecimiento. De todo lo que no quería y no podía ser. Acepto que no entendía la diferencia entre salsa mala y buena, e ignoraba la enorme calidad de algunas de sus producciones. Descubriría con los años que habían interpretaciones del género vomitivas, como las del tipo ‘ven devórame otra vez’ o ‘aquél viejo motel’, mientras encontraría otras casi disfrutables, como lo de Héctor Lavoé. Me reconciliaría un poco con lo tropical – porque mi lucha no era sólo contra la salsa – y me gustaría el Son Cubano muchísimo más que la salsa.

Pero la salsa no me gusta. Ni siquiera la buena. Estoy hasta las güevas de Ruben Blades por aquí y por allá. Y de las mismas 4 canciones de siempre, de ‘la ex-señorita no ha decidido qué hacer’ y de que ‘Plástico’ me siga engañando con ese comienzo Funk que me hace pensar que es algo mucho más divertido. Porque ya las audiciones de mi universidad no existen básicamente para otra cosa que no sea la salsa, y toda la gente Cool e intelectual necesita saber bailar salsa, así en su casa escuche Charlie García o Led Zeppelin. Para mí es mucho más cool escuchar Asian Dub Foundation, M.I.A o Vampire Weekend, y podría bailar hasta morir con ellos.

No comparto el imaginario de la salsa. Y no me interesa ser parte de la cultura formada en torno a ella. Hay tanta música sobre la que quisiera adquirir más conocimiento, que al menos por unos cuantos años seguiré despreciando la historia de la salsa. Y ni siquiera siento que por esto vaya en contra de los valores, la tradición cultural -artística y el espíritu colectivo de mi patria chica, porque esta ciudad existió como por 400 años, antes de que importaran este género, así que no jodan con que Cali es salsa y somos salsa.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Mi percepción de Calibre 2010

Calibre 2010 no ha sido el mayor festival de música Rock que ha tenido la ciudad, pero dentro de los eventos realizados bajo este nombre, que viene haciéndose anualmente desde 2006, fue el que tuvo mayor difusión, asistencia y artistas de renombre.

El evento dio inicio justo después de la hora del almuerzo para lograr presentar a la gran cantidad de agrupaciones en un solo día. Se escogió un lugar novedoso, por lo cual se temió que a último momento, y como ha pasado varias veces, se terminara reubicando en un espacio más tradicional para este tipo de eventos, como el teatro al Aire Libre Los Cristales o la Unidad Deportiva Panamericana. No pasó y la organización se mantuvo en su idea de meter el evento sobre el mítico Puerto Ortiz debajo del cual pasan las – hasta ese entonces no tan turbias – aguas del Río Cali. Este es el centro histórico y cultural de la ciudad, y allí a un lado queda el Centro Administrativo Municipal.

Llegué tarde, cuando la mayor parte de las bandas ya habían realizado su presentación y el área cercada se encontraba repleta. Y afuera de ella muchas más personas. No me considero muy acertado para medir concurrencias sólo con la vista. Así que no sé, ¿3000? ¿4000 personas? Había presencia de las escenas que es posible reconocer, aunque pocos metaleros – que son una comunidad muy grande en Cali – porque este día no les atañía. Sin embargo los que habían demostrarían excelentes ánimos con las últimas dos bandas de la noche.

La onda ‘alternativa’ no es que se mueva mucho en Cali, sobre todo si no pensamos, como algunos, en Reggae y Ska como incluidos en esta definición. Digo esto porque Cali nunca ha tenido la presencia de una banda ‘Indie’ internacional, y la respuesta que generan en el público las pocas propuestas locales es más bien pálida. Además muchos ‘alternativos’ siguen suspirando por Radiohead y Nirvana sin entender mucho cuando se les habla de agrupaciones nacidas a partir del 2000.

Sin embargo, sin entrar en discusiones acerca de definiciones, vamos a los hechos que nos dicen que ‘Calibre: Festival de Rock Alternativo y Medio ambiente’ presentaba todo tipo de propuestas que no habían sido incluidas en las anteriores citas del Circuito Rock Cali, es decir todo lo que no era Metal, ni ‘Gótico’ – sí, algunos creen que la música gótica existe – o Rock-Pop.

Cierro paréntesis. Mientras llegaba por una de las rutas de acceso al evento, sonaban los últimos temas de la agrupación Chite, a quienes quería ver. Error; asumí que por asunto de reverencia al foráneo, se ubicarían a los 4 grupos de afuera al cierre del evento. No fue así. De Viral Invasivo no supe cómo les fue, ni si tocaron. Me perdí Chite; sólo escuché completa ‘La Punkera de mi Barrio’ y no le puse mucho cuidado porque estaba buscando la manera de esconder la correa – que llevé por error – de los policías. El muchacho, antes de formarme para entrar, me preguntó – Tiene correa, y sagazmente mentí – no. En seguida me la saqué, la hice bola y me la metí en los pantalones. En el momento de la requisa, el hombre tocó en esa parte, dura y prominente, pero debió asumir que era mi virilidad.

Descubriría en pocos minutos que restaban bandas caleñas en la programación. La siguiente, Silicona Valley. Un grupo de cuatro chicas – asumo que todas son lesbianas – tipo Riot Grrrrrrrl! Con letras demasiado estúpidas, que sin embargo algo nos dicen sobre los imaginarios de una pequeña comunidad de artistas decadentes que escupe la sucursal del cielo. Muestra ellas del incipiente hipsterismo caleño. Es evidente que su mayor influencia es Le Tigre y Se echó de menos algunos de los dos, y muy acertados covers, que hacen parte de su repertorio – ‘Hit me’ de The Sounds y ‘Y Control’ de Yeah Yeah Yeahs -. Con ellas descubrí que se estaba obligando a las agrupaciones a interpretar sets relámpago. Hay que decir en favor de la banda que han madurado en tarima y que actitud nunca les ha faltado. La guitarrista sabe cómo hacer chirriar su instrumento para subirle a la diversión, y en conjunto saben para dónde van. No hay que caer en el error de tomárselas en serio. Es fácil odiarlas, pero es mejor divertirse con ellas. Además son una banda a la que he troleado en vivo (tal vez luego les cuente).

Por haber llegado tarde, creí que me libraría de ver a El Finger. Pero ahí estaban. Para los que no tienen el privilegio, esta es una banda que desde hace como 7 años se debate entre plagiar a Molotov o a Linkin Park, pero al final desbordan tanta caleñidad que terminan siendo algo un poco más genuino. La banda es buena considerando el hecho de que nunca triunfarán en otra parte distinta al circuito de los conciertos gratuitos de su ciudad natal. Se harán viejos tocando ‘La Ley’ para nuevas generaciones de adolescentes rabiosos, y lo harán bien. Su resumida presentación fue enérgica, e incluyó el obligado cover de RATM y una versión de ‘Given Up’ de Linkin Park que va con pulgar arriba por ser una importante muestra de actualización y de conexión con el público más joven que no pierde de vista la carrera de esta banda que yo dejé de escuchar hace 5 o 6 años.

El Finger - Calibre

El Finger.

Siguió Djembe Sound. La reseña de su actuación: ZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZ


Sigamos. Lamento no haber sacado fotografías de la presentación de Nepentes, pero es que quise hacer periodismo de inmersión. Entonces me fui ligero para estar en el centro de la acción. La noche estaba hermosa y la luna resplandecía. Un sector de la parte de adelante del público empezó a entonar un mensaje que parece ser el lema de batalla de la banda. Entonces supe que lo que se venía no era cualquiera cosa. El público estaba familiarizado con la música de Nepentes y ellos se lo agradecerían. El vocalista hizo su invocación y el cuarteto hizo estallar el lugar. No hay que ser un genio para descubrir que Nepentes no es una banda original ni revolucionaria. Pero saben darse a su público. Son humildes y uno termina por creerles, por más que uno quisiera quedarse reparando en lo ingenuas de sus letras. 'Lento' y 'Somos Violentos', sin decir mucho realmente, se convierten en cantos realmente contundentes.

Me dejé contagiar por la energía de estos muchachos y en un momento llegué a temer por mi integridad física. Con ‘Se tienen Rencor’ se vivieron algunos de los momentos más emotivos, con el ejercicio propuesto por el cantante.


Mil pesos al que me encuentre.

La banda trajo su mensaje de ‘sana violencia’ y Cali lo recibió muy bien.

Desde antes de que Nepentes se subiera a la tarima, el asunto del tiempo había generado preocupación. Como si fuera la primera vez que pasa, el presentador anunció que, contrario a los planes del festival, la administración local había decidido que sólo prestaría el lugar hasta las 9 de la noche. Y que agradecía a las bandas por su comprensión, y les pedía disculpas por haberlas hecho acortar notablemente su acto. !Increíble que después de tantas experiencias siga pasando lo mismo¡

Lo bueno de esto es que fue más fácil soportar la presentación de Djembe Sound. Pero estaba el problema de que eran más de las ocho y aún había una agrupación local antes del esperado cierre de Estados Alterados, MR.Fong. Mi mejor amigo desesperanzado protestaba diciendo que pondrían a Estados Alterados a tocar dos canciones y que prefería no ver algo así. Pero yo estaba convencido de que la organización no iba a permitir que algo así pasara, y que primero le pedían el favor de no tocar a la banda que faltaba, antes de sacrificar el arte de Estados Alterados. A pesar de esto yo mismo me sorprendí, cuando la tarima se tornó galáctica, y el presentador empezó a hacer referencia a los himnos de la ya legendaria agrupación. Sí, sacaron a una banda de programación para poder ajustarse a los horarios. (¡Pilas con éso! Es preferible clasificar menos agrupaciones, pero que puedan tocar, y lo suficiente)

Entonces corrí nuevamente al tumulto a intentar hacerme un lugar para presenciar mejor lo que venía. Desde el comienzo fue electrizante. La espera por la salida de Elvis se hizo prolongada mientras los otros cinco músicos construían la atmósfera de la presentación y lograban que la gente hiciera los primeros intentos de baile de la noche. Cuando llegó su turno, el público entró en éxtasis.

La banda inició arremetiendo con cortes de su más reciente álbum, que, me incluyo, la mayor parte de la audiencia desconocía. Fue como en la cuarta canción que nos dio la oportunidad de cantar con ‘La Fiebre de Marzo’; un sencillo de su tercer álbum, que en su versión de estudio resulta un poco traidora del sonido de la banda, pero que con el formato en vivo encaja sin problema en el concepto artístico. ‘Contenme’, el sencillo promocional del nuevo álbum, demostró ser una excelente canción, tan buena como o incluso superior a algunos de los clásicos de Estados Alterados.

Estados Alterados - Calibre

Estados Alterados.

La presentación fue larga, y al ver cómo metían más y más material del nuevo álbum, nos relajamos y supimos que el miedo de un set relámpago estaba superado. Estas nuevas canciones calaron bien entre el público, aunque no puede evitar pensar que funcionaron sólo por ser ellos, ya que son muy distintas a lo que se suele privilegiar en esta ciudad. Un sonido actual, mezclando el baile con el espíritu Punk, y la profundidad lírica, sin perder la identidad y la fuerza de la marca Estados Alterados.

Apareció ‘Nada’, esa canción siniestra y hermosa. La banda crecía cada vez más en carisma y poderío y dejó todo listo para rematar con sus Súper hits: El Velo, que por su ‘vulgarización’ no deja de ser una de las canciones mejor hechas de la historia de la música de este país y probablemente del continente y ‘el himno’, como ellos mismos lo llaman, 'Muévete', que sonó más robótico que nunca y fue alargado para favorecer el baile desenfrenado y extático.



El show finalmente fue hasta las 9:15, con lo que tuvimos a Estados Alterados por aproximadamente una hora. Se echó en falta ‘Seres de la Noche’, pero considerando la alta calidad de los temas nuevos, no nos quedaron debiendo nada. Fue una linda oportunidad para que muchos saldáramos una vieja deuda – La Fiebre de Marzo es uno de los primeros recuerdos musicales que tengo – y lo mejor es que fue con una banda en proceso de reinvención, que no luce vieja en absoluto; han tomado un nuevo aire y prometen demasiado. Qué bueno que Cali fuese partícipe de esto.

Pese a los errores ya señalados, mis felicitaciones a la organización de Calibre y a este colectivo que está moviendo el Rock en Cali. Aún falta el gran festival que nos están prometiendo desde hace rato; pero mientras esperamos, recordar Calibre 2010 nos hará sonreír aliviados porque la vaina pinta mejor.